“Nuestro régimen universitario -aún el más reciente- es anacrónico. Está fundado sobre una especie del derecho divino: el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere. Mantiene un alejamiento olímpico”.

Manifiesto Liminar, 1918  

En este aniversario de la creación de la Universidad de Buenos Aires, asumimos una vez más la defensa de la universidad pública, no arancelada, laica y de acceso irrestricto. Sus estudiantes, graduados/as y docentes sabemos bien de su importancia para combatir la desigualdad social. En muchas familias, la UBA permitió la primera generación de profesionales universitarios. En sus aulas hemos aprendido, reflexionado y crecido. Por eso llevamos con orgullo y cariño el nombre de la UBA en cualquier ámbito donde nos desempeñemos. Pero eso no nos impide decir las cosas que es necesario cambiar para construir una UBA más inclusiva y democrática. 

El bicentenario del nacimiento de nuestra universidad nos encuentra en pleno período electoral. Fieles a nuestro nombre, ideas, convicciones y dolores cotidianos, no podemos dejar de señalar las “libertades que nos faltan”. Nuestra democracia universitaria es restringida y excluyente. Un sistema de “claustros” obsoleto que deja sin representación a los/as trabajadores/as no docentes en los órganos de co-gobierno. A su vez, la ostensible mayoría del cuerpo docente (los/as mal llamados/as “auxiliares” y los/as profesores/as interinos) votan como en el claustro de “graduados/as”, diluyéndose así sus intereses particulares como docentes. También se desdibujan las problemáticas de graduados/os puros/as, ya que en este claustro confluyen profesores de diferentes disciplinas e incluso Facultades. 

Muy pocos profesores/as concursados/as definen el destino de quienes  hacemos la universidad en el día a día. El propio sistema de concursos resulta anacrónico y no exento de la más absoluta discrecionalidad, cuando no se “pierden” los expedientes. En nuestra universidad, contamos con docentes formados con posgrados y con trayectoria de trabajo en las cátedras que se eternizan en cargos de “ayudante”, en muchos casos en carácter de “ad honorem”. La falta de pautas claras de ingreso a la docencia, de una carrera docente y de incentivos a la permanencia hace que muchos/as cuadros académicos formados en nuestra universidad terminen desempeñándose en otras universidades.

Para que la UBA nos de más orgullo necesitamos un estatuto del siglo XXI que amplíe la ciudadanía universitaria, reconozca las trayectorias y respete los derechos laborales.

Bregamos por una universidad inclusiva, diversa y democrática:

  • Voz y voto para los/las trabajadores/as no docentes.
  • Claustro único docente, para terminar con el voto calificado y la sobre representación privilegiada de una minoría de profesores. 
  • Aplicación del convenio colectivo de trabajo nacional.
  • Juntas de Carrera con mecanismos que propicien la participación y no sean expulsivos.

En Relaciones de Trabajo, es el momento para acompañar a quienes llevamos y sostenemos estos reclamos por la democratización desde hace más de diez años.

 

¿Querés una carrera distinta?

Votá distinto.

Votá a Silvia Garro para la Dirección de Relaciones del Trabajo.

Votá Democratización RT para la Junta de Carrera. 

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