Sumar nuevas voces para un proyecto superador | Sociales Interclaustros

 

Desde hace mucho tiempo, quienes enseñamos, investigamos y nos formamos en la Facultad sentimos a nuestra institución como algo cada vez más lejano. La pandemia puede habernos separado físicamente del edificio en los últimos catorce meses, pero la percepción de que Sociales nos dificulta el trabajo más de lo que nos lo facilita, de que se ensimisma más de lo que nos interpela, de que nos expulsa más de lo que nos acoge, es bastante anterior a la irrupción del Covid-19.

Y no faltan las razones. Lejos de ser el prometido sitio hospitalario, el eternamente inconcluso edificio de Constitución sigue siendo expulsivo y desincentiva la permanencia, el encuentro y la sociabilidad. La arbitrariedad en la gestión de los concursos -cuando los hay- promueven la sospecha y el malestar por sobre el sentido de pertenencia. La ciudadanía menoscabada de la inmensa mayoría de lxs docentes (apenas reconocidxs como “graduadxs”) provoca más desinterés y apatía que apego e involucramiento. Y las internas permanentes entre grupos que por años han protagonizado la política de Sociales -en las que, a menudo, predomina más una lógica de confrontación entre aparatos que debates programáticos- alimentan el clima de ajenidad y desconcierto en lugar de propiciar la participación y el compromiso.

Desde hace cuatro años, cuando las fuerzas radicales y peronistas afines al Rectorado (y algunas de ellas incluso a Juntos por el Cambio) se incorporaron como socios principales a la nueva gestión -con sustanciales cuotas de poder en secretarías y el Consejo Directivo-, estos problemas se han ido agravando. La historia es conocida: subordinación de Sociales a la máxima autoridad de la UBA, recursos prometidos (e históricamente retaceados) que nunca llegaron, distanciamiento progresivo de la decana de los aliados que le habían permitido imponerse en la elección y, finalmente, boicot permanente y parálisis institucional. Opositores que se volvieron oficialistas para sostener la gestión y oficialistas que se volvieron opositores, pero sin renunciar a sus espacios de poder en el gobierno de la Facultad. Incorporación ilegítima y escandalosa de profesorxs del CBC -en su mayoría adeptxs a las políticas de Viamonte 444- al padrón de nuestra Facultad con fines ostensiblemente electorales. Desaparición y cajoneo de expedientes de concursos con el fin de limitar el ejercicio de la ciudadanía. Aprietes laborales y amenazas judiciales.

Asistimos atónitxs a una crisis sin antecedentes, pero que aún puede empeorar. El riesgo de que quienes dirigen la Universidad con puño de hierro se hagan de las riendas de Sociales en las elecciones de este año es tan real como preocupante, y todas las dificultades que venimos viviendo podrían volverse irremontables. No se trata de catastrofismos ni de especulaciones: basta con pisar carreras y facultades gobernadas por estos actores para constatar las políticas sistemáticas de marginación de la disidencia, clausura del debate y transformación definitiva del cogobierno en un mero eslogan apenas teñido de una jerga “reformista”. Es por esto que podemos afirmar que, si triunfan los sectores encolumnados con el Rectorado, los pasillos de Santiago del Estero 1029 se convertirán quizás por mucho tiempo en un páramo académico, político y cultural. El manejo autoritario y discrecional del CBC y las arbitrariedades y proscripciones en Psicología son solo los ejemplos más rotundos y recientes.

Pero las urgencias de la coyuntura no deben opacar la importancia de proyectar una Facultad diferente. Si queremos evitar la profundización de la crisis, los actores comprometidos con una Facultad autónoma de los lineamientos del Rectorado no podemos reiterar las mismas prácticas y reproducir las mismas lógicas políticas que han regido durante tantos años. Sociales necesita frenar el avance de las fuerzas que ponen en jaque su pluralidad y su vitalidad, pero también precisa con premura cambios de fondo que reviertan los vicios y errores que nos han traído hasta aquí a lo largo de las últimas gestiones.

Urge implementar un esquema de concursos permanente, previsible y transparente para los cargos docentes en todas las categorías; un mecanismo de nombramientos y promociones con pautas claras de carácter indiscutiblemente académico que ponga fin a la discrecionalidad, el dedo y el destrato; un sistema de ingreso a la docencia que otorgue certezas en la posibilidad de avanzar en una carrera académica y ponga fin a la incertidumbre, la inequidad y el trabajo gratuito (en el marco de un Convenio Colectivo de Trabajo que la UBA todavía se resiste a reconocer); una democratización de la ciudadanía que dote a “lxs auxiliares” de los mismos derechos políticos que tienen “lxs profesorxs”; un formato institucional ágil y renovado que promueva la transversalización y articulación de nuestras disciplinas y nos permita dejar de ser una federación de carreras regidas por lógicas corporativas; una política genuinamente académica, que no envilezca la gestión universitaria reduciéndola a la práctica de “hacer padrón”.

La situación de la Facultad es sumamente delicada, pero si la alternativa en estas elecciones sólo se restringe a la confrontación del riesgo mayor, nos quedaríamos a mitad de camino. Es tiempo de aprovechar la ocasión para redoblar la apuesta, encarando de manera decidida una agenda transformadora, tanto en términos programáticos como en lo que respecta a la construcción de nuevas lógicas de acción colectiva en la Facultad. Por estas razones, desde Sociales Interclaustros hemos construido un diálogo con diversos sectores que acompañan la candidatura a decana de Ana Arias y, en ese marco, nuestro compañero Pablo de Marinis se ha incorporado a la lista de oposición al Rectorado, como candidato titular al Consejo Directivo por el claustro de profesorxs.

No son pocos los desafíos que esta apuesta supone para nuestro proyecto político-académico, en especial porque nuestras diferencias con otros actores políticos de la Facultad no se desvanecen por el sólo hecho de entablar una alianza electoral con ellxs. Tampoco se trata de una decisión que nos impida plantear serias objeciones a un cronograma electoral que, al desdoblar los comicios en tres etapas, profundiza la ya de por sí desigual distribución de poder entre los diversos claustros y menoscaba los derechos democráticos conquistados. Pero creemos que el camino que hemos tomado de abonar a un espacio de unidad es una gran oportunidad para expandir los diagnósticos y darle cauce real a los proyectos de Sociales Interclaustros.

En las elecciones de profesorxs que se avecinan, votar por la lista de unidad contra el avance del Rectorado será también la posibilidad de renovar el coro de actores que inciden en la política institucional de la Facultad. Y creemos importante extender el impulso de cambio real al claustro de graduadxs, donde también urge la presencia protagónica de nuevas voces. Desde Sociales Interclaustros seguiremos poniendo todo el empeño para que la convocatoria a defender la autonomía de la Facultad sea una invitación a transitar una experiencia verdaderamente renovada.

SOCIALES INTERCLAUSTROS

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