Conmemoramos hoy el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Como cada 8 de marzo, nuevamente nos enfrentamos a la necesidad de denunciar y reclamar las desigualdades y violencias que padecemos las mujeres en todos los ámbitos.

Las tareas domésticas y de cuidado continúan estando en manos de mujeres. De acuerdo con los datos de Ecofeminita, un 72% de los trabajos domésticos en nuestro país son realizados por mujeres. La carga que genera este trabajo invisibilizado (pero no menos importante para el sistema) limita las posibilidades de estudio y de inserción laboral, situación que se refleja en la tasa de actividad: alrededor de un 50% para las mujeres frente a un 69% para los varones. Este trabajo que no es reconocido, recluye a la mujer en su hogar, reproduciendo las condiciones de desigualdad.

La pandemia ha puesto de manifiesto las desigualdades de género existentes, en particular la distribución de las tareas reproductivas al interior del hogar, lo que impacta a su vez en las tareas productivas en detrimento de la mujer. En el mundo del trabajo, la tasa de desocupación y de trabajo no registrado continúa siendo mayor para las mujeres, lo cual refleja las dificultades para ingresar al mercado así como también su segmentación, que destina a las mujeres los trabajos peores pagos y con peores condiciones de trabajo. De acuerdo con los datos del INDEC, los varones poseen un ingreso superior a las mujeres que supera el 30% en promedio, a ello se suman los obstáculos para ocupar cargos de dirección en organizaciones de diferente tipo. La feminización de la pobreza, con una mayor cantidad de hogares a cargo de mujeres en el decil más pobre, es el corolario de múltiples desigualdades que se autoreproducen y refuerzan al mismo tiempo. La paulatina salida de la pandemia no mejoró las condiciones: según el informe especial de la CEPAL sobre la autonomía económica de las mujeres, la pandemia representó un retroceso de más de 10 años en su participación en el mercado laboral para los países de América Latina y el Caribe. Cabe mencionar que estas desigualdades son mas pronunciadas en el caso de las mujeres negras racializadas y disidencias.

La deuda es con nosotras: Si bien se logró la sanción de la Ley de paridad en el año 2017,continúa habiendo una gran disparidad en el reparto de cargos públicos. En las últimas elecciones legislativas, el primer lugar fue ocupado por un varón por lo que más de la mitad de los cargos en el Congreso continúan en poder de los hombres. Lo mismo sucede en los cargos directivos en el gabinete nacional, en las centrales sindicales, empresariales, organismos de ciencia y técnica entre otros. Los movimientos de mujeres impulsaron transformaciones importantes que se plasmaron en conquistas recientes como ser la sanción de ley de IVE, la discusión pública de las tareas de cuidado, y los intentos por transversalizar la cuestión de género en las políticas públicas. No obstante, estos cambios “por abajo”, continúan sin reflejarse en las cúpulas, y la cuestión sigue estando centrada en torno al reparto del poder, de manera que las posiciones importantes que implican la toma de decisiones siguen siendo ocupadas mayoritariamente por varones. 

Tal como venimos afirmando en años anteriores, también en nuestra Carrera es necesario realizar una deconstrucción y transformación. Los cargos de profesores se encuentran en su mayoría en manos de varones, lo cual repercute en quienes acceden a los cargos de gestión. Esto tiene un agravante: en varios casos, cuando se jubiló el profesor varón a cargo de la cátedra, desde la gestión actual no solo no se promovió sino que se obstaculizó el acceso a las mujeres que ya estaban en la cátedra a los cargos y recursos correspondientes. 

Otra expresión de la falta de políticas de género desde la gestión de RT es que, hasta el momento, no ha habido ninguna iniciativa de articulación ni ningún llamado a reunión de profesores para intercambiar ideas sobre los modos de transversalizar la cuestión de género en los programas de todas las materias. 

Además, pese a tener denuncias públicas por discriminación en  materia de género, tanto la dirección actual como la agrupación que dirige la Carrera hacen marketing con las demandas de género, autoproclamándose “feministas” a pesar de todo lo que señalamos. En más de una oportunidad hemos sostenido que los discursos, comisiones y actividades acerca de violencia institucional y de género de la gestión, tan sólo constituyen una fachada detrás de la cual se ocultan prácticas antiquísimas de discriminación a espacios opositores a la actual gestión. 

Para lograr revertir estas prácticas, se necesita del compromiso de toda la comunidad académica, muy especialmente de las compañeras cercanas a la gestión actual, quienes avalan con su silencio la continuación de estas perversiones. La opresión de género no culminará a base de venta de cursos o diplomaturas de género, sino por la capacidad que se tenga para poner en cuestión las relaciones de poder allí en los lugares donde nos resulta más incómodo hacerlo (en nuestra familia, con nuestros amigos, en el club o en nuestro espacio político de pertenencia). 

Hoy paramos y marchamos por la erradicación de las desigualdades de género, por el cese de toda forma de violencia contra las mujeres y la construcción de nuevas masculinidades.

 

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