¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar.

[George Engel, uno de los mártires de Chicago, fragmento de su discurso antes de ser ejecutado, 1886]

 

Hoy se conmemora, nuevamente, el Día Internacional de los/las Trabajadores/as, en homenaje a los mártires de Chicago. ¿Por qué un primero de mayo? El 1° de mayo de 1886, los/as trabajadores/as habían dado inicio a una huelga masiva en diferentes ciudades de Estados Unidos bajo la consigna “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. El 4 de mayo tuvo lugar una manifestación pacífica en la ciudad de Chicago, donde se produjo un atentado que dejó un notable saldo de heridos y muertos, después de una dura represión. Este suceso luego se conoció como la masacre de Haymarket. Sin pruebas, ocho trabajadores fueron acusados como responsables de iniciar ese conflicto; a dos de ellos se los condenó a cadena perpetua, a otro de los trabajadores a 15 años de prisión, y los otros cinco fueron condenados a muerte. En 1889, la Segunda Internacional declaró el 1° de mayo como el Día Internacional de los/as trabajadores/as en homenaje a esos ocho trabajadores condenados injustamente.

En este 2020, marcado por una pandemia que está cambiando muchas aristas de nuestras vidas, este primero de mayo reviste una vital y singular importancia para reflexionar, desde nuestra disciplina, sobre la situación de la clase trabajadora y las formas de organización colectiva. Las desigualdades que pre-existían al COVID-19 recobran un nuevo impulso y se reproducen. Los/las trabajadores/as “más protegidos” (aquellos/as asalariados/as “clásicos”, trabajadores/as en relación de dependencia) sufren suspensiones, recortes salariales y despidos. En este marco, los principales dirigentes sindicales (y aquí referenciamos al masculino ya que la participación de las mujeres en la dirigencia sindical es prácticamente nula) parecen legitimar estas medidas sin siquiera discutir el ya casi muerto y cajoneado impuesto a las grandes riquezas. 

Mientras tanto, aquellos/as trabajadores/as de la economía informal y la economía popular se encuentran aún en peores condiciones para afrontar esta crisis, a la espera del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que parece nunca llegar y que apenas alcanza para sobrevivir algunas semanas. Para ellos y ellas, no existe el #Quedateencasa. Por otro lado, se encuentra otro segmento de pequeños trabajadores/as autónomos/as, en muchos casos en situación de fraude laboral, que han visto caer sus ingresos a cero o casi cero. La pandemia dejó al descubierto que esta “autonomía” en muchos casos no es más que una mera ilusión. Cabe mencionar que durante la gestión de Mauricio Macri hubo una significativa reducción del empleo registrado, que derivó en el aumento del trabajo precario y no registrado en la seguridad social. Este problema ha adoptado un carácter estructural en la región de Nuestra América y tampoco ha podido ser resuelto por los llamados gobiernos progresistas. Frente a esto, emergen nuevamente las discusiones por un Ingreso Universal Ciudadano o Renta Básica Universal, entre otros pomposos nombres. ¿Acaso no es un buen momento para imaginar nuevas alternativas de protección social universal?

Aún así, gran parte de la clase trabajadora continúa yendo a trabajar día a día (los tan nombrados “servicios esenciales”) y muchos/as otros/as lo hacen desde su hogar. El teletrabajo se colocó en el centro de la escena y afloraron un sin fin de discusiones que habían estado prácticamente ausentes en la agenda pública. ¿Se cuenta en el hogar con las mismas herramientas que se tienen en el lugar de trabajo? La conexión a Internet, la computadora con la que se trabaja, el soporte técnico, el lugar en donde nos sentamos a trabajar, las cuestiones ergonómicas, ¿son de la misma calidad? ¿Se puede exigir lo mismo, e incluso más, cuando las condiciones de trabajo son totalmente diferentes a las se tenía? ¿Cómo organizar las tareas domésticas y de cuidado? Hoy más que nunca se reaviva el cuestionamiento a la doble o triple jornada laboral que soportan los cuerpos de las mujeres (o cuerpos femeneizados), ya que son quienes en esta circunstancia están sometidas a amplias jornadas laborales, tareas de cuidado de niños/as y adultos/as mayores y quehaceres del hogar (cuando no a estar encerradas con un agresor que las mata simbólica y materialmente en el seno de su propia casa). La jornada para estos/as trabajadores/as se ha vuelto un continuo infinito en el que el “tiempo de no-trabajo” parece no existir en lo más mínimo. El acto de desconectarse aparece como la forma más clara de manifestar el descontento y escapar de una rutina que no conoce las 8 horas. ¿Acaso las huelgas del futuro tendrán estos formatos? ¿Del futuro o del presente?

Párrafo aparte merece todo el personal que se desempeña bajo los servicios esenciales donde no sólo tienen una mayor exposición al virus, sino que muchas veces no cuentan con las herramientas mínimas de protección necesarias. En los casos que sí cuentan, no fue provista por sus empleadores/as sino por ellos/as mismos/as. Y qué decir de los/as trabajadores/as que realizan el servicio de reparto subordinados/as a plataformas virtuales, que han visto recrudecida su ya precaria situación.  

Por otra parte, en nuestra casa de estudios, la Dirección de nuestra Carrera pretende apropiarse de los logros conseguidos por el colectivo docente en materia de ad-honorem, mientras fortalece su alianza con el Rectorado y aprovecha la situación para obtener ventajas políticas para los suyos. En medio se encuentran, como siempre, los y las trabajadores/as, tanto docentes como no docentes, los y las estudiantes. Frente a esta virtualización forzada en la que nos vimos envueltos, la Carrera se mantuvo en un estado de pasividad absoluta, y los/las docentes se vieron librados a su propia suerte en un contexto en el que el acompañamiento institucional se tornaba fundamental, tanto desde el apoyo en cuestiones técnicas y/o operativas para garantizar condiciones mínimas de trabajo o bien desde el acompañamiento psicológico. 

Desde nuestro lugar como estudiantes, graduados/as y docentes de Relaciones del Trabajo, invitamos a toda la comunidad de RT a reflexionar sobre el rol de nuestra disciplina en este contexto que nos ha vuelto a mostrar la importancia del trabajo en nuestras sociedades. Basta con ver la presión que se ejerce desde las grandes corporaciones para que se levante el aislamiento social, preventivo y obligatorio, para dimensionar que es la clase obrera la que produce la riqueza de la que queda en pocas manos. No está de más decir que, con esta realidad, se dan por tierra todas las hipótesis sobre el fin de trabajo y el enaltecimiento de los modelos de crecimiento basados en la renta financiera.

Esta reivindicación de la clase obrera nos permite reconocer una vez más que es un día de reflexión, conmemoración y lucha y no un día “feliz”. Asimismo, nos interpela a incluir al amplio espectro de personas que conformamos dicha clase (mujeres, identidades sexuales disidentes y hombres debemos tener espacio en este día de conmemoración). Por eso más que nunca reclamamos la aprobación y efectiva implementación del cupo laboral trans.

Finalmente, es un día que nos llama retornar al espíritu internacionalista con el que se inició esta conmemoración. Aquí más que nunca cobra especial importancia los lazos que las clases populares de Nuestra América podamos tejer para sobreponernos a la avanzada neoliberal a la que nuestra región fue y es sometida sistemáticamente.

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